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Té para quedarse

Té para quedarse

La primera vez que fui a Estados Unidos tuve una extraña sensación. Por una parte todo me resultaba conocido: calles, caras, mendigos con carros del súper, música... esto, claro está, es fruto de todas las películas que vi made in Hollywood.

Pero, por otro lado, no podía ocultar mi cara de asombro a cada paso que daba ¡Estaba en San Francisco, al otro lado del mundo! ¿Y sabéis cuál fue una de las cosas que más me extrañó? Sin duda la manía de "café para llevar" o "té para llevar"... No lo entendía: ¿qué gracia tiene tomarse un té mientras esperas a cruzar un semáforo? ¿Quién puede tener una necesidad tal de tomarse una infusión que tenga que hacerlo corriendo por la calle, en lugar de esperar a llegar a donde quiera que vaya y disfrutarlo tranquilamente?


Slow life, vamos despacito como se deben hacer las cosas ("amodo!!" de mi abuela de toda la vida)

Bueno, los años pasaron (más de 10) y el "té para llevar" llegó a España. Y la gente empieza a correr por las calles con vasos de papel o de plástico con su té en la mano... y yo sigo sin entenderlo.

Posiblemente servidora sea la rara. Sin duda si todo el mundo tiene prisa y no saca ni dos minutos para tomar un té consigo mismo o con buena compañía, yo soy la que voy a otra velocidad.

Hoy he ido corriendo como todos por la calle, con mil cosas en la cabeza, pero mi té ha sido mi momento y eso no lo sacrifico por nada. Sigo prefiriendo el placer de abrazar una taza de porcelana y de asomar la nariz, como la primera vez, a ese humillo que sale por la boca de tetera.

Mi té, mis cinco (o 15) minutos de tranquilidad fueron hoy en el Tertulia, un café de los de siempre, de los que tienen alma y de los que te hacen sonreír. Y mucho más si está Jon, uno de esos hosteleros que nada más mirarte hace que te sientas en casa. ¡Yo no me llevo el té! Me quedo aquí... 

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